lunes, 15 de octubre de 2012

Soberanía alimentaria: también en Valladolid.

EL INSOSTENIBLE NEGOCIO DE LA REMOLACHA AZUCARERA


 El uso mayoritario de la remolacha en España es su procesado para convertirlo en azúcar, por lo que se la denomina como remolacha azucarera. En este sentido, la producción de remolacha azucarera está condicionada por el cupo impuesto por la Política Agraria Común para la producción de azúcar, que asciende a 498.480,2 t anuales. Este medio millón de toneladas que se pueden producir en el Estado español se reparten entre tan solo dos empresas: Azucarera Iberia S.L. con 2/3 de la cuota total y perteneciente al gigante Ebro-Puleva, y ACOR, con 1/3 de la cuota. En Castilla y León operan las dos empresas, con las fábricas de La Bañeza, Toro, Miranda (Azucarera) y Olmedo (ACOR).

Para producir todo este azúcar se requieren numerosas zonas de cultivo de remolacha que se dividen en dos: las de recolección invernal (Zona Norte) y las de recolección estival (Zona Sur). En Castilla y León se produce el 90'2% de toda la remolacha de recolección invernal. Si bien es cierto que se trata de una región muy extensa, es fácil darse cuenta de que la intensidad del cultivo debe ser alta para dicha proporción.

Por lo que vemos, para que la recolección de remolacha orientada a la producción de azúcar sea rentable -subvenciones aparte- para estas dos grandes empresas, se requieren grandes extensiones de cultivo. El proceso productivo del azúcar de remolacha es complejo, desde la plantación de remolacha al transporte, almacenamiento, procesado y refinado del producto para su distribución.

El óptimo de germinación de la remolacha se alcanza a temperaturas intermedias (22ºC) abolutamente impropias del clima extremo de la meseta vallisoletana, con inviernos muy fríos y veranos extremadamente calurosos y secos. Dado que la remolacha es un 75% de agua, los requerimientos de agua necesarios para su cultivo son altos. Concretamente, para Valladolid, las necesidades medias de agua anuales, calculadas como la diferencia entre el consumo que necesitan y la cantidad de lluvia recibida, son de 478 L/m² anuales. Mientras la patata consume una media de 575 L/m² anuales, la remolacha azucarera consume 665 L/m², con lo que comparativamente podemos comprobar que los insumos necesarios de agua son elevados. Esto requiere la implementación de sistemas de regadío que drenan el uso del agua que se podría utilizar para otras actividades si existiera una producción más variada o más en armonía con las condiciones climáticas de Castilla y León y Valladolid en particular.

Tras la recolecta se transporta la remolacha a una de las 4 fábricas de Castilla y León, en la que se procesa utilizando agresivas sustancias químicas y grandes aportaciones de agua y energía.

La misma ACOR explica de dónde obtiene sus insumos de agua y energía y cómo gestiona los residuos. El agua es tomada directamente del río y una vez utilizada, parte es devuelta al río y parte depurada en la misma fábrica, lo que genera un nuevo proceso energético deficitario. La energía que necesita se produce a través de una central termoeléctrica que genera grandes cantidades residuos en forma de CO².

Así, los efectos para la economía y sociedad vallisoletana son los siguientes:

  • La pérdida de tierras dedicadas a una variedad mayor de cultivos con menos requerimientos de insumos por ser más adecuados a la realidad climática y geográfica de la región, con la conseguiente pérdida de diversidad cultural agronómica que conlleva.
  • Ruptura con la estructura tradicional de la superficie agrícola castellana y del Norte en general de pequeña propiedad de cultivos orientados a autoconsumo y variados, con los campesinos como principales beneficiarios de la producción destinada a comercio. Las grandes extensiones de tierra y de insumos cambian la estructura de la propiedad en beneficio de dos gigantes de la alimentación.
  • Desigual distribución de la renta, pues solo dos grandes grupos empresariales obtienen grandes beneficios a costa de muy pocos trabajadores (hay tan solo 1500 trabajadores en el sector primario en Valladolid, de los cuales no todos trabajan la remolacha, obviamente) de baja cualificación e ingresos en el caso de la recolecta -los más numerosos- y de un perfil técnico y procedente de ámbitos no rurales en el caso del procesado.
  • Empobrecimiento de las tierras de cultivo, sometidas a una intensidad recolectora no natural, de la mano de fertilizantes químicos, para maximizar la producción de azúcar de las empresas procesadoras. Pérdida de resistencia a plagas por la uniformidad de las semillas.
  • Uso ineficiente del agua, pues podría ser utilizado en otras actividades con menores requerimientos y más acordes con la región y porque requiere un esfuerzo energético en depuración que podría ser innecesario si no se tratara de producciones a gran escala sino de consumo local.
  • Necesidades energéticas cubiertas con medios no renovables y contaminantes, con emisiones de CO², que además genera enfermedades respiratorias para las poblaciones locales.

    A todo esto hay que añadir que, gracias a sus economías de escala y apoyo del Estado, tiene nefastas consecuencias para los países del Sur que, no solo no pueden competir en la producción de azúcar, sino que ven inundados sus mercados del azúcar español, ecológica y económicamente inviable, pero más barato.

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