miércoles, 17 de diciembre de 2014

¿Hay combustible para crecer al 2'5%?

EXPERTOS Y GOBIERNOS QUE NO PREDIJERON Y NOS EMPUJARON A LA CRISIS: VUELVEN A LA CARGA.

"Creo que si algunos acontecimientos que se están produciendo y que afectan al tipo de cambio y al precio de las materias primas se mantiene, España puede crecer más del 2% el año 2015".

Esta afirmación de Mariano Rajoy la semana pasada ha inaugurado una nueva ola de optimismo en las declaraciones de miembros del Gobierno y analistas que, incluso, afirman que el crecimiento podría ser aún mayor. El PIB suele definirse mediante la siguiente identidad contable:


Donde C es el consumo, I la inversión, G el gasto público, X las exportaciones y M las importaciones. En concreto, hay quien afirma que podría crecerse al 2,5% de la mano de la demanda interna (crecimiento del consumo), los bajos tipos de interés (que incentivarían la inversión) y de los bajos precios del petróleo (lo que reduciría el valor de las importaciones, puesto que España no extrae petróleo). Al margen de lo discutible de las dos primeras premisas, llama poderosamente la atención la osadía de expertos y gobierno al hacer afirmaciones de tal rotundidad dejándolas descansar en los volátiles precios del petróleo lo que, como veremos, puede hacer saltar por los aires todas las previsiones.

Importaciones de petróleo España
Miguel Sebastián, ex ministro de Industria, diferenciaba cuatro tipos de país según su comportamiento energético: los que producen mucha energía y consumen mucha; los producen mucha y gastan poca; los que producen poca y gastan poca y los que producen poca y gastan mucha. Efectivamente, España, como la mayoría de la vieja Europa, se encuentra en el último de estos escenarios. Desde los años 60, el consumo de petróleo por parte de la economía no ha hecho sino incrementarse, excepción hecha del estancamiento vivido tras la crisis petrolífera del 79, cuando la cuestionada Transición española intentaba consolidar un nuevo modelo económico, político y social que hoy hace aguas, y de la ‘gran depresión’ actual. Al no ser España un país extractor de petróleo, lógicamente todo el consumo interno se corresponde con importaciones netas del combustible, lo que supone una losa para la economía española.
Aunque  la actual crisis económica ha hecho retroceder nuestros niveles de consumo de petróleo hasta niveles de la década de los 90, la factura petrolífera no cesaba de crecer, de la mano de un barril de Brent que alcanzaba en 2013 un máximo de 118’75$. 

Importaciones de petróleo España
En el gráfico de la derecha podemos comprobar cómo, a pesar de la caída de las importaciones en volumen (toneladas), la factura iba haciéndose tendencialmente mayor. De hecho, las importaciones de crudo ascendían al 4’6% del PIB en 2012 y 4’3% en 2013, lastrando aún más la ya de por sí maltrecha economía española y europea, que además se veía azotada por el conflicto –con una fuerte trascendencia energética– entre Rusia y Ucrania. Del total de energía consumida en España en 2012, el petróleo representa nada menos que casi la mitad (48%, según datos del IDAE). El petróleo es, literalmente, el combustible de la economía, por lo que el aumento de su factura es una amenaza que sería una irresponsabilidad ignorar.

¿Qué elementos forman parte de esta factura? Como ya hemos dicho, asumimos que la totalidad del petróleo que se consume en España es importado, lo que quiere decir que tenemos que obtenerlo en el mercado internacional. Para EE.UU. es una cuestión de pura supervivencia que el comercio mundial de petróleo esté denominado en dólares y así lo defiende, nosolo por la vía diplomática. Por lo tanto, un elemento a tener en cuenta en el cálculo de nuestra factura es el tipo de cambio entre el euro y el dólar. Si aplicamos este tipo de cambio al producto de cada barril importado por su precio, obtendremos la cantidad de esta pesada mochila con la que carga una economía como la nuestra: de las que producen poca energía y consumen mucha. La ecuación sería la siguiente:


Calcular la factura utilizando datos reales sería un ejercicio de futilidad, pues las operaciones de compra se realizan en un momento concreto, en el que el precio y el tipo de cambio se encuentran cotizando a un determinado nivel que fluctúa prácticamente al segundo. Se trata aquí de analizar cómo reacciona esta factura ante movimientos de todos sus componentes: ¿qué podría hacer que las previsiones de Mariano Rajoy no se cumplieran? En primer lugar, si el dólar sigue apreciándose frente al euro (si disminuye la cantidad de dólares que podemos obtener con cada uno de nuestros euros), lo que, a tenor de la tendencia, parece bastante probable, las previsiones ‘marianas’ se rebajarían sensiblemente.
Cotización $/€
Fuente: Elaboración propias a partir de Finanzas.com

No obstante, el tipo de cambio no es la variable más influyente en esta ecuación, en tanto que la cotización dólar-euro se ha caracterizado por su estabilidad y moverse en una banda muy reducida desde el nacimiento de la moneda común europea. Vamos a asumir, que el tipo de cambio permanece constante. Los factores fundamentales de riesgo para la factura petrolera son la cantidad y el precio. Si el precio se mantiene y las previsiones de crecimiento al 2% se confirman, aunque la factura crecería por la estrecha relación entre crecimiento económico y consumo de petróleo, podríamos continuar con nuestro insatisfactorio modelo de desarrollo “crecentista”. Sin embargo, todo parece indicar que, a medio plazo, los precios del petróleo, en un clima de alta volatilidad, van a tender a dispararse. La producción de los campos de petróleo no convencional explotados mediante ’fracking’, que han aupado a EE.UU. de nuevo al protagonismo como uno de los principales productores, decae exponencialmente al poco tiempo de comenzar a ser explotado y son difícilmente rentables (Heinberg, 2014). De hecho, Zero Hedge publicaba recientemente un gráfico en el que se ve cómo los costes de los principales yacimientos se acercan peligrosamente (los que no lo han traspasado ya) al precio mínimo necesario para rentabilizar sus pozos. Este espejismo de precios bajos es solo un paréntesis
Zero Hedge gráfico rentabilidad petróleo
en la época del “pico del petróleo”, en la que entramos en 2006, motivado por la caída de la demanda (por la crisis económica) y el aumento de la oferta (incremento momentáneo de la cantidad extraída gracias a nuevas técnicas como el ‘fracking’), combinado con operaciones defensivas por parte de la OPEP. El “pico del petróleo” no habla del agotamiento del combustible fósil, pues este nunca se producirá, sino de la disminución de la rentabilidad energética y económica del crudo restante. Tras más de una centuria extrayendo petróleo del subsuelo, el que nos queda es de peor calidad y más difícil de extraer, por lo que la tecnología solo puede darnos respiros momentáneos en nuestra particular huida hacia delante. La endiablada paradoja en la que se encuentra nuestro futuro energético reside en que los bajos precios del petróleo desincentivan las inversiones, como alertó recientemente la AIE, y que éstas solo tendrán sentido, empresarialmente hablando, cuando el precio del petróleo sea lo suficientemente alto como para acometerlas. Esta trampa nos aboca a un escenario de inestabilidad de precios con una intensa tendencia al alza (que, paradójicamente, es la única que podría "salvarnos" de la escasez), lo que hará que nuestra factura energética se torne insostenible, lastrando un crecimiento económico que, en el modelo actual, está fuertemente ligado al empleo, entre otras variables de relevancia socioeconómica. En 2013, con los precios del crudo por las nubes, las importaciones restaban 4,3 puntos a nuestro PIB. La caída del precio del petróleo hasta reducirse a la mitad comenzó en julio, por lo que no se trasladará a las cuentas del PIB en este ejercicio de manera particularmente intensa. Los analistas asumen que el petróleo se mantendrá en el atípico nivel actual, pero bastaría con que se recuperara la posición de hace tan solo 6 meses para que toda la parte de ese 2’5% de crecimiento imputado a los bajos precios quedase reducida a la mitad.  A veces, simplemente, da la sensación de que los Gobiernos y analistas insisten en cavar su propia tumba aventurando previsiones inconsistentes, que luego se podrán volver en su contra. Y esta vez puede salirles realmente caro.

Predicción tendencial (optimista por regresión lineal) de los precios del petróleo.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Interstellar en clave de transiciones

Además de críticas cinematográficas, han proliferado artículos en blogs acerca de la verosimilitud y corrección científica de la película, como esta de Arturo Quirantes (@elprofedefisica) o esta otra de Daniel Martín. En general, se podría decir que las calificaciones podrían catalogarse como 'brillante', en la categoría cinematográfica, y 'correcta aunque con licencias' en la categoría astrofísica. Aunque comparto ambas visiones, no voy a tratar sobre ellas en este blog sino que, haciendo un paralelismo con estos 'tests' de verificación científica, trataré de dar una lectura de la película desde el ángulo de su cercanía o lejanía con todo lo teorizado en torno a las transiciones y colapsos civilizatorios.

Una crisis con dos caras

Interstellar
El núcleo de la película reside en la tragedia que, como especie, representa el hecho de tener que abandonar el planeta que ha albergado nuestras vidas durante miles de años. El desencadenante de esta dramática situación no es otro que el de una crisis de recursos, acompañada de otra crisis de residuosEl paralelismo que se traza desde el ángulo de la economía ecológica entre ambas crisis y la dupla 'pico' del petróleo y cambio climático es evidente.  La contaminación atmosférica ha llegado a un punto de no retorno que se materializa en frecuentes tormentas polvo y en una escasez persistente de alimentos. A pesar de la coincidencia en la tipología de las crisis que motivan la transición, mientras que en Interstellar es la concentración de nitrógeno en la atmósfera la que presumiblemente causa el agotamiento de los recursos (en este caso alimentos), en la realidad es el agotamiento de los recursos (los combustibles fósiles) el que libera a la atmósfera los gases (entre ellos el nitrógeno) que provocan el cambio climático y, en última instancia, amenazan la propia supervivencia del ser humano.  Aunque la película no es clara al respecto, podría encajar con exquisita verosimilitud la premisa de que nos encontramos en un escenario futuro en el que hemos quemado los suficientes combustibles como para que las concentraciones de nitrógeno (liberado en gran medida por los vehículos de combustión interna) en la atmósfera afecten al crecimiento de especies vegetales de importancia agrícola, pues estas es, precisamente, una de las principales consecuencias del exceso del gas. 

La vuelta a la agricultura


Por otro lado, cabe destacar que la actividad principal en la economía de Interstellar es la agricultura. La mayor parte de quienes teorizan sobre la transición sociometabólica -aquellas que ponen el foco en la energía y sus tecnologías de conversión- que tendrá lugar, convienen en que la actividad agrícola recobrará el papel predominante que tenía en anteriores etapas históricas. El razonamiento es sencillo y para ello es importante conocer el concepto de Tasa de Retorno Energético (TRE o EROI en sus siglas en inglés: Energía obtenida/Energía invertida). Todos los seres vivos necesitamos aportes energéticos de una manera o de otra, siendo el más básico y fundamental para la supervivencia la energía química que nos proporcionan los alimentos. Si para obtener 100 unidades energéticas de su presa un depredador emplea 50 en darla caza, tendrá una TRE de 2 puntos (100/2). Ese depredador, en la medida en que su TRE es mayor que 1, ha obtenido un excedente energético -de 50 unidades- que podrá emplear en jugar, reproducirse o cazar nuevas presas. En la actualidad, la enorme TRE del petróleo (en torno a 40 el petróleo Saudi) cada vez nos proporciona un menor excedente energético global a mayor coste de extracción, debido a que desde 2006 se extrae menor cantidad de crudo cada año y a que están ganando peso en el total extraído los petróleos no convencionales (con TREs próximas a 5).


Si fuéramos ese depredador, querría decir que cada vez disponemos de menos energía excendentaria para jugar, reproducirnos, cazar, etcétera que, aplicado a la humanidad implica menor excedente para destinar a la industria, el transporte, la tecnología o la propia generación de energía. El margen se achica hasta dejarnos lo justo para producir alimentos y poco más. Sin embargo, en Interstellar, aunque la hipótesis de que el abuso de los combustibles fósiles ha sido la semilla del colapso es plausible, no parece percibirse una crisis de recursos relacionada con el petróleo (incluso parece poder derrocharse como para prender fuego a un cultivo como método de distracción). Al ser el desencadenante del colapso en Interstellar la contaminación atmosférica y no la crisis de recursos, hay que buscar ahí las causas de la vuelta a la agricultura. En este caso, hay que retorcer más la hipótesis para encontrar algo satisfactorio. La alta concentración de nitratos en la atmósfera dificulta el crecimiento de los vegetales de tal manera que podemos suponer que la cantidad de energía y recursos necesarios para obtener la misma cantidad de alimentos se ha disparado hasta el punto de que hasta los ingenieros tengan que ocuparse de los cultivos. Otra pista para asumir esta hipótesis de que la cantidad de energía invertida en producir alimentos ha crecido tanto que incluso ha superado la energía aportada a la humanidad es el hecho de que sepamos que la población mundial ha caído lo suficiente como para que 6.000 millones de personas les parezca una cifra disparatada o que se hayan ensayado proyectos gubernamentales de destrucción masiva de ciudades. Por lo tanto, el escenario es apropiado, aunque las causas no estarían en el 'peak oil', sino en la contaminación atmosférica.

Ausencia de ejércitos e imaginarios colectivos

Sin duda, la ausencia de ejércitos es la más floja de las previsiones del escenario. Un estudio de la UE demuestra que existe una fuerte relación entre los conflictos bélicos y los recursos naturales, especialmente los alimentos. En efecto, Roberto Bermejo (2008) prevé un incremento de los conflictos armados a medida que la energía que nos proporcione el petróleo se torne cada vez menos eficiente para proveernos de alimentos, minerales y recursos naturales en general. Como sucede con el propio petróleo, la escasez de estos recursos no vendrá dada tanto por su agotamiento como por la insuficiente rentabilidad económica y energética de su extracción. Un petróleo (principal fuente de energía) cada vez más caro -a pesar de la coyuntura- y con menor capacidad energética dificultará en tal medida la obtención de los recursos en las cantidades que las estructuras económicas de nuestras sociedades demandan, que los conflictos por el acceso a ellos parecen tristemente garantizados.

Estas estructuras económicas devoradoras de recursos se encuentran legitimadas por altos niveles de bienestar material -sin considerar la distribución de este bienestar entre personas y territorios- durante décadas y por la hegemonía cultural de unos imaginarios colectivos que diseñan y promueven quienes más se benefician de estas estructuras. Cuando una sociedad colapsa, los imaginarios colectivos se agrietan y tienden a desmoronarse. Esta cuestión se encuentra en Interstellar a lo largo de toda la película. 


Una de las notas más curiosas se da cuando nos enteramos, recién empezada la película, que en los colegios de este ficticio escenario, se enseña que la llegada a la Luna del ser humano fue tan solo una campaña de propaganda en el contexto de la Guerra Fría. Tanto si las estructuras de poder previas al colapso han logrado adaptarse a la nueva situación como si estas han sido sustituidas por otras, el imaginario colectivo que las sostenía ha sufrido tal shock que la actual legitimidad ha de apoyarse en la irracionalidad de la etapa anterior para poder sobrevivir. --COMIENZA SPOILER DE LOS GRAVES-- A pesar de esta aparente declaración de intenciones, el desarrollo de la película nos muestra la prevalencia de estos imaginarios: primero cuando el protagonista (Matthew McConaughey), ante las advertencias del director de la NASA acerca del agotamiento del maíz (principal fuente de alimentos en esta ficción), afirma con seguridad que "saldremos adelante, siempre lo hacemos" en un alarde del arrogante optimismo humano de que valiéndonos de nuestro modelo socioeconómico podemos saltarnos los límites que impone la naturaleza; el segundo tiene lugar al final de la película, cuando el protagonista despierta en la estación espacial que lleva su apellido y observa por la ventana un familiar partido de baseball, como si nada hubiera pasado y la vida tal y como la concebíamos simplemente pudiera reproducirse en el espacio --TERMINA EL SPOILER--.  


Interstellar nos muestra la obstinada persistencia humana en negar la posibilidad del colapso de su civilizaciónEs interesante que el padre del protagonista (John Lihtgow, anteriormente cabeza de familia en Cosas de Mar cianos) afirma que en la nueva situación "no se vive tan mal" y esto nos enfrenta a una realidad: que en el futuro tendremos que vivir más como nuestros abuelos o bisabuelos, rompiendo con el imaginario de progreso lineal imperante. Romper estas barreras probablemente sea lo más difícil de la transición postfosilista, aunque a veces descuidemos esta dimensión: ¿estamos dispuestos, como civilización, a vivir con menos? Es difícil asumir que la dominación del ser humano como especie tiene se parece más a un accidente geológico que a una disposición divina o a la sublimación evolutiva de la especie más fuerte. Ni la visión teleológica del antropocentrismo creacionista ni el determinismo evolucionista pueden explicar suficientemente por qué estamos aquí. Incluso la otra protagonista (Anne Hathaway) lo dice en un momento de la película: "la historia de la evolución no es más que una sucesión de accidentes". Prueba de ello serían accidentes como los procesos de extinción masiva del Precámbrico o el Cretácico y una realidad que nos hace pensar que estemos ante la sexta extinción de la que ya hablé en otra ocasión, la primera provocada por una sola especie: la nuestra. 

Películas de masas (y tan brillantes a la vez) como Interstellar nos tienen que hacer reflexionar sobre la ruptura de estos imaginarios colectivos que son un palo en la rueda de una transición planificada y un acicate para la transición por colapso.




jueves, 13 de noviembre de 2014

La Agencia Internacional de la Energía prevé una catástrofe energética y la soluciona. El poder mágico del mercado.

DOS CLAVES Y DOS REFUTACIONES

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha lanzado su Informe Anual, del que se puede obtener de manera gratuita su resumen aquí. A pesar del negativo titular que encabeza este post, veraz pero evidentemente elegido para provocar, la AIE hace un nuevo ejercicio de optimismo infundado. Cabría calificarlo, incluso, de cínico optimismo, pues con los datos que ellos mismos manejan y ofrecen es difícil de creer. Como si trataran de no alarmar a la población para que el sistema socioeconómico siguiera trabajando business as usual. 

Las dos ideas fuerza de este informe son que la demanda de energía mundial va a crecer un 37% hasta 2040, lo que va a generar tensiones en el suministro, algo que será felizmente solventado gracias a las mejoras de eficiencia energética y a una mayor inversión. Ni los conflictos en Oriente Medio, ni la guerra civil en Ucrania, ni siquiera el estancamiento de la cantidad de petróleo extraída anualmente son restricciones suficientes como para que la sociedad planifique una transición hacia un modelo de baja intensidad energética.

Eficiencia energética

El informe hace referencia, por un lado, a un sistema económico que crece con una intensidad material y energética decrecientes, al apoyarse de manera creciente en el sector servicios y la industria ligera. Esta creencia hace referencia a la curva de Kuznets ambiental, según la cual el crecimiento económico genera el ahorro suficiente como para ser invertido en sectores menos intensivos en materia y energía, así como mejorar la eficiencia de la que se usa. Este modelo ha sido refutado por abundantes estudios empíricos*, en tanto que, de un lado, la economía de servicios está fuertemente ligada al uso de materiales (una empresa turística es de servicios, pero requiere la construcción y mantenimiento de transatlánticos) y, de otro, la existencia del efecto rebote. Ilustremos el efecto rebote con un ejemplo presentado en el gráfico inferior.


 Los incrementos en la eficiencia energética en el transporte por carretera (millas por galón de combustible) se traduce en un aumento de las millas recorridas anualmente por los coches estadounidenses en el período analizado. O dicho de otro modo, las mejoras en la eficiencia inciden en un menor precio de la energía, lo que estimula su demanda al alza, compensando y sobrepasando la ganancia de eficiencia inicial. Por establecer un ejemplo a escala nacional, según Duarte et al (2013)**, entre 1995 y 2005 España y Portugal redujeron sus emisiones de efecto invernadero en torno a un 10% por mejoras en la eficiencia, pero estas fueron compensadas con un aumento de alrededor del 55% empujadas por el incremento de la actividad económica, generando finalmente un balance negativo del 45% a pesar de la reducción inicial. Esto es lo que hace que, aunque el sistema económico requiera de menos energía por unidad de PIB, el amplio crecimiento de este haga que, en términos absolutos, la cantidad de energía final consumida a nivel mundial no deje de crecer.

BP Statistical Review 2012


Por lo tanto, no cabe esperar grandes cosas a escala planetaria de las mejoras de eficiencia energética global (curva de Kuznets) o a escala local (efecto rebote). 

Mayores inversiones

Según la AIE, para que el incremento de la demanda no choque frontalmente con una oferta (la generación de energía) que crece menos, basta con que se realicen mayores inversiones en el sector energético. 

Aquí el problema fundamental es de recursos y directamente relacionado con el cénit del petróleo (peak oil). La principal fuente de energía que nutre (que devora) nuestras economías es el petróleo (39% del Consumo Final de Energía en la UE en 2012 según Eurostats) y la propia AIE reconoció que la producción de petróleo convencional alcanzó su techo en 2006. Mientras el petróleo no convencional extraído anualmente decrece, la oferta de crudo se mantiene gracias a unos petróleos no convencionales con una (muchísimo) menor capacidad energética y más caros de extraer. No solo eso, sino que sus principales yacimientos dejarán de surtir al principal productor (EE.UU.) a ritmo creciente antes de que termine esta década, lo que generará importantes shocks de precios. Por su parte, la energía nuclear, aparte de ser insoportablemente costosa en términos económicos y ambientales, no puede hacer gran cosa. Para sustituir la capacidad energética del petróleo con energía nuclear acabaríamos con las reservas de uranio en menos de una década (Coderch, 2007). Las energías renovables también presentan sus limitaciones, pues hoy en día están íntimamente ligadas a la generación eléctrica, lo que supone una pequeña parte de la energía final consumida (22% en la UE en 2012). Además, la energía eléctrica se muestra incapaz de sustituir al petróleo en algunos de sus usos, como por ejemplo hacer volar un avión. Por último, los biocombustibles poseen una capacidad energética bastante difícil de igualar al petróleo. No en vano este no es otra cosa que biomasa que, por ejemplo, para proporcionarnos hoy un galón de gasolina, han tenido que permanecer fosilizadas durante millones de años nada menos que 98 toneladas.

Conclusión

La AIE (que, por cierto, asume que la temperatura mundial estará 3,6ºC por encima de los niveles preindustriales) es consciente de los retos energéticos a los que se enfrenta la especie humana en las próximas décadas. No obstante, parece sentirse cómoda con los viejos modos de hacer y dejarse llevar a la deriva por la mano invisible del mercado, que logrará reducir las tensiones energéticas vía eficiencia y vía inversiones. 

Lo más razonable, no obstante, sería prepararse para problemas en el suministro en menos de 6 años y planificar una transición hacia un sistema socioeconómico de baja intensidad energética. Sin embargo, si estos son los generadores de información y consulta de los Gobiernos, parece poco probable que esta transición planificada vaya a tener lugar y seguiremos navegando a la deriva hacia un desastre energético.

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* Cabe destacar el trabajo de Tapia-Granados y Carpintero (2013): "Dynamics and economic aspects of climate change.

Duarte, R.; Mainar, A. y Sánchez-Choliz, J. (2013). The role of consumption patterns, demand and technological factors on the recent evolution of CO2 emissions in a group of advanced economies. Ecological Economics(96), 1-13.

Coderch, M. (2007). "Energía nuclear: agonía o resurrección". En A. Cirera, A. Benach, & E. Rodríguez Farré, ¿Átomos de fiar? Impacto de la energía nuclear sobre la salud y el medio ambiente. (págs. 127-139). Madrid: Los Libros de la Catarata.

martes, 4 de noviembre de 2014

El desplome de los precios del petróleo y el 'peak oil'.

CRÓNICA DE UN DESASTRE ANUNCIADO

En los últimos meses estamos asistiendo a una bajada generalizada de los precios del petróleo, lo que desde los sectores “negacionistas” del pico del petróleo se toma como un espaldarazo a sus posiciones y una refutación del cénit del combustible fósil.


precios del petróleo


Hay que decir que incluso quienes, desde la ortodoxia, niegan las consecuencias del pico del petróleo, admiten la agotabilidad de los recursos en un planeta finito (¡!). Desde su óptica, los mecanismos de la oferta y la demanda actuarían como freno natural a esta tendencia, pues la reducción de la oferta de recursos (por su agotamiento) implicaría una subida de precios que desincentivaría su demanda, transitando el sistema socioeconómico hacia la explotación de otros recursos sustitutivos. Se produciría, así, una transición gradual hacia otras fuentes energéticas. El primer problema al que se enfrenta esta tesis es el de la la insustituibilidad de algunos usos del petróleo (intenten fletar un avión transatlántico con energía eléctrica!), pero no es el menor de ellos.

Naturalmente, sostienen los “negacionistas”, si los precios del petróleo están cayendo es porque el petróleo es más abundante de lo que los defensores del ‘peak oil’ mantienen. Para entender la intrascendencia que la actual bajada de precios del petróleo tiene sobre la supervivencia del combustible fósil como la fuente que sostiene nuestro sistema socioeconómico (cerca de la mitad de la energía consumida en Gran Bretaña, por ejemplo) conviene tener en cuenta que nos encontramos en un nivel de producción en el que la curva de oferta del petróleo es totalmente inelástica: es decir, que la cantidad de petróleo extraída anualmente es absolutamente independiente de los precios. Esto es: el hecho de que aumenten los precios no va a hacer que las empresas petrolíferas extraigan más o inviertan más en nuevas prospecciones en busca de mayores ingresos por la venta del crudo. Se encuentran restringidas por algunas barreras que se detallan al final de este texto.

Curva oferta petróleo

¿Por qué han bajado los precios? Como sostiene Ugo Bardi en su artículo (en inglés) "Los precios del petróleo siguen bajando, pero esto no es una buena noticia", fundamentalmente por la caída de la demanda (fruto de la crisis, coyunturalmente) y por el aumento de la oferta a raíz de la explotación masiva de pozos de petróleo no convencional en EE.UU. en los yacimientos de lutitas. Pero, si la cantidad de petróleo extraída está aumentando, ¿no desmiente esto también la llegada del pico del petróleo? En absoluto. La Agencia Internacional de la Energía ya reconoció en 2010 que la cantidad de petróleo convencional extraída anualmente había entrado en declive en 2006. No obstante, esta disminución se está viendo compensada (y superada) por la extracción de petróleo no convencional, un combustible más costoso de extraer y refinar, y con una menor capacidad energética que el petróleo convencional.

CONSECUENCIAS: FLOR DE UN DÍA

En ‘Snake Oil’, Richard Heinberg demuestra que la extracción de petróleo no convencional en Estados Unidos no solo es un pésimo negocio a medio plazo, sino que su fomento es una catastrófica política de desarrollo regional, pues los rendimientos económicos a corto plazo pronto desaparecerán como consecuencia del rápido agotamiento de estos pozos. Recientemente, El País publicaba el artículo “Surfeando sobre petróleo” en el que se relatan algunas obras disparatadas que se están llevando a cabo en algunos Estados afectados por la burbuja de las lutitas, como la piscina de olas de 76 millones de dólares de Willingston (40.000 habitantes).  Como punto positivo cabría decir que ahora gastarse los réditos de la burbuja inmobiliaria en aeropuertos parece menos estúpido.
Tan solo durante el primer año de explotación, la tasa de extracción de estos pozos petrolíferos decae un 70% y Heinberg estima que antes de que termine esta misma década, estos yacimientos contarán con una cantidad de combustible tan baja que lo más rentable para las empresas extractoras será cerrar la explotación.

Fuente: Heinberg (2014) Snake Oil


Por lo tanto, esta caída en los precios es puramente artificial y flor de un día. Hay quienes equivocadamente piensan que el pico del petróleo se reduce a la obviedad –que, no obstante, conviene recordar– de que el petróleo es un recurso limitado y se está acabando. Todavía queda, físicamente, petróleo y combustibles fósiles suficientes como para prolongar su era muchísimo tiempo más. Sin embargo no se trata de eso, sino de una cuestión de gestión de recursos: el problema no es que el petróleo se agote –que también– sino que el petróleo técnicamente extraíble, económica y energéticamente rentable es cada vez menor. Desde el año 2006 la cantidad de petróleo convencional extraído anualmente es menor mientras la demanda crece (en tendencia, más allá de la actual coyuntura) y los cada vez más infrecuentes descubrimientos de nuevos yacimientos (lo que puede permitir ligeros crecimientos de la oferta) se apoyan cada vez en mayor medida en petróleos no convencionales. Tan solo este choque entre una demanda que tiende a crecer (empujada por los países emergentes) y una oferta estancada bastaría a cualquier diseñador de política económica y/o energética con dos dedos de frente para prever, al menos, que los precios tenderán a subir y, siendo más exigentes, a cambiar el modelo energético. Por si no fuera este un conflicto menor, los petróleo no convencionales (los que están sosteniendo la oferta) son más caros de extraer, sujetos a tasas de agotamiento mayores y con tasas de retorno energético (la cantidad de energía que logramos extraer por cada unidad de energía que empleamos para obtenerla) menores. Con este panorama, el futuro más plausible es más bien el de restricciones en el suministro energético, como recientemente advertían investigadores de la Universidad de Valladolid, así como la volatilidad en los precios del petróleo, aunque con una clara tendencia al alza (ver gráfico inferior, realizado en 2013, por lo que no refleja la actual caída). 


Por lo tanto, ni las bajadas de precios son una buena noticia para el futuro de la fuente energética a la que nuestras sociedades son adictas, ni su futura alza permitirá acometer una transición gradual que impida el agotamiento del petróleo (pues la cantidad extraída es independiente de los precios, como hemos visto). Lo más probable, no obstante, es que el petróleo nunca termine de agotarse, es cierto, pero el coste de extraerlo y la menguante cantidad de energía que nos proporcionará (por su menor tasa de retorno energético) harán inviable el modelo económico y social sobre el que hemos descansado el último siglo y medio. Lo más inteligente, como especie, sería planificar una transición que ya es difícil de acometer sin shocks traumáticos debido a las inercias existentes (una de ellas, nada menos que un calentamiento global que no detendría su avance ni aunque no quemaramos ni una sola gota de petróleo más). Para esto no hay atajos, ni trampa ni cartón.

jueves, 17 de julio de 2014

Última llamada, aprender de la experiencia y cambiar los imaginarios para la transición

Enseñanzas del "laboratorio cubano".


Históricamente, la especie humana ha desarrollado una capacidad patológica para negar de manera instintiva la posibilidad de que nuestra civilización colapse. Durante mucho tiempo, por ejemplo, se negaron los numerosos descubrimientos científicos que revelaban la existencia de procesos masivos y caóticos de extinción como el sufrido en el Cretácico en los que las especies que sobrevivían y recogían el testigo como pobladoras dominantes del planeta lo hacían más por azar que por superioridad biológica (Leakey, Richard y Lewin, Roger, 2008). Detrás de está visión lineal de la historia, que eleva la teoría de la evolución a dogma de fé –paradójicamente tras años de persecución religiosa– se esconde un enfoque antropocéntrico que busca justificar la creencia en que el ser humano es la culminación de este proceso evolutivo, rechazando intuitivamente cualquier advertencia próxima a la noción de colapso, tachándose de apocalípticas. Tras la aparición del manifiesto “Última llamada”en el que se hace un llamamiento –valga la redundancia– a repensar unos modelos socioeconómicos que nos abocan al colapso (agotamiento del petróleo, cambio climático)  este tipo de consideaciones no se han hecho esperar. 

Es el caso del artículo publicado en el blog Politikon, acudiendo a una serie de manidos argumentos eficazmente replicados por David Ruíz en su blog. En el citado artículo, como es habitual, las acusaciones de catastrofismo vienen acompañadas de cerrados –e incluso fervientes– alegatos sobre las bondades del actual sistema socioeconómico pero, sobre todo, acerca de la capacidad de la tecnología para sobrepasar los límites que impone la naturaleza. Parece, según este tipo de críticas, que los llamamientos, siempre apoyados en datos, a revisar unos patrones de producción y consumo que generan impactos en el medio ambiente que pueden desbordar nuestra capacidad para sostenernos en el tiempo como civilización, provinieran de posiciones casi místicas, que desconfían de todo elemento tecnológico y que renuncian al bienestar de la humanidad. Esta asunción descansa en el error de relacionar tanto el concepto de bienestar como toda tecnología, los sistemas y las evoluciones tecnológicas con los patrones en los que se sitúa el actual modelo socioeconómico.

Efectivamente, si asumimos que el bienestar se alcanza, como entiende el artículo de Politikon, a través de un crecimiento material y en un uso de la energía que no puede extenderse en el tiempo, estaremos dándonos de cabezazos con los límites de la naturaleza. Esto nos lleva a la conclusión de que la humanidad no debe necesariamente renunciar al bienestar como tal, sino más bien trasladar el objetivo de la economía a su matriz: satisfacer las necesidades humanas. En este sentido, la experiencia de transición hacia niveles de menor dependencia del petróleo vivida tras su Período Especial en Cuba puede servirnos para extraer algunas enseñanzas de utilidad, tanto de sus luces como de sus sombras, desgranadas estas últimas acertadamente por Emilio Santiago Muiño en el último número de la Revista de Economía Crítica.

La sociedad cubana, obligada por las circunstancias, llevó a cabo una transformación de gran calado. Se descentralizó la producción de energía con pequeñas plantas más eficientes que las viejas centrales construidas con anterioridad al que denominan como Período Especial, se estimuló la actividad económica en el mundo rural y se transitó hacia un modelo agrícola ecológico con aportaciones de la permacultura, que representaba en 2008 en torno a un 80% del total (Bermejo, 2008). La agricultura cubana, orientada anteriormente a los monocultivos para la exportación de azúcar, caminó hacia un modelo en el que, en 2006, el país producía el 65% de los alimentos que necesitaba para cubrir sus necesidades, descendiendo la dependencia de importaciones en las últimas décadas (Murphy, P. y Morgan, F., 2013).  Al abrazar los principios de la agroecología, Cuba apostó por un modelo menos intensivo en la utilización de un petróleo (pesticidas, fertilizantes, transporte) del que carecían, contribuyendo con ello a una mejor seguridad y soberanía alimentaria, así como a reducir drásticamente su huella ecológica y la brecha entre esta y su biocapacidad.



Fuente: Global Footprint Network

El agravante de la situación cubana por el bloqueo comercial de EE.UU. fue contestado con acuerdos de cooperación con otros países del entorno, con los que intercambia los servicios en los que es puntera mundial (médicos, investigadores) por el petróleo que todavía consume hoy en día y otros bienes que necesita importar. Hoy en día, Cuba tiene un nivel de consumo energético en términos de toneladas de petróleo equivalente por persona de 1,03 muy inferior a la media mundial (1,80), muy por debajo de EE.UU. (el mayor de todos, con un 7,03) y también por debajo de los países de América Latina (1,80). Asimismo, presenta unos niveles de emisiones de CO2 en toneladas por persona de 2,40, también por debajo de la media mundial, EE.UU. y América Latina: 4,29, 16,0 y 2,16 respectivamente (International Energy Agency, 2011). El resultado es un ejemplo de cómo un país puede, incluso en una situación de carácter incidental, no anticipada, reducir su presión sobre el medio ambiente y acercarse al cumplimiento de los requisitos de sostenibilidad sin hacer sufrir sus niveles de desarrollo humano. De hecho, su Índice de Desarrollo Humano (IDH), con todos los problemas que supone este indicador como la inclusión del PIB per cápita, presenta un nivel superior al de su entorno (0,780 frente al 0,741 de América Latina y Caribe) y que, como muestra el gráfico inferior, ha persistido en su mejora desde que se llevó a cabo la transición (UNDP, 2013).


Fuente: UNDP, 2013

En definitiva, la última llamada para cambiar el modelo socioeconómico no es un llamamiento a volver a las cavernas, sino más bien todo lo contrario. Se trata de replantear y reconstruir los conceptos y modelos de desarrollo que imperan en el imaginario colectivo. Para ello probablemente no baste la concienciación, sino que más bien este cambio en las concepciones de las funciones que debe cumplir la economía deben venir de la propia experiencia de iniciativas surgidas a nivel local y apoyadas –manteniendo su autonomía– desde  las instituciones allá donde se pueda. Hay que entender el cubano como un caso de laboratorio en el que ya ha sido ensayada una transición que no ha de idealizarse, pues aunque desde luego sitúa a la isla en una posición ventajosa para afrontar shocks futuros,  fue incompleta, tiene sus limitaciones y en ella están resurgiendo con fuerza los patrones culturales de los viejos modos de producción y consumo (Muiño, 2014).



 

Referencias.


 

Bermejo, R. (2008). Un futuro sin petróleo. Colapsos y transformaciones socioeconómicas. Madrid: Centro de Investigación para la Paz.
Global Footprint Network. (s.f.). Obtenido de http://www.footprintnetwork.org/es/
International Energy Agency. (2010). World Energy Outlook 2010. Paris: IEA Publications.
Leakey, Richard y Lewin, Roger;. (2008). La sexta extinción. El futuro de la vida y de la humanidad. Barcelona: Tusquets.
Muiño, E. S. (2014). Obstáculos para la transición socio-ecológica: el caso de Cuba en el "período especial". Revista de Economía Crítica(17), 118-135.
Murphy, P. y Morgan, F. (2013). "Cuba: lecciones de un decrecimiento forzoso". En E. Assadourian, & T. Prugh, La situación del mundo en 2013. ¿Es aún posible lograr la sostenibilidad? (págs. 487-503). Barcelona: Icaria.
UNDP. (2013). Human Development Report. Explanatory Note on 2013 HDR composite indices. Nueva York: United Nations Development Program.


lunes, 3 de marzo de 2014

La UE ante el conflicto ruso-ucraniano: lo tenemos crudo


En un anterior post comentaba la encrucijada de Ucrania entre acercarse a la Unión Europea o seguir mirando hacia Rusia. El acceso al petróleo y al gas consumidos por los europeos occidentales era una pieza funadamental en este puzzle. El metabolismo económico de los países consumidores de petróleo, como lo son los europeos, drena anualmente en torno a un 4% del PIB para la importación del crudo. En el mapa inferior aparecen coloreados en rojo los países importadores netos de petróleo y en verde los exportadores netos. Efectivamente, tan solo Noruega y Dinamarca son del segundo equipo, con la peculiaridad de que Noruega no pertenece a la UE -lo que encarece el comercio del crudo- y que Dinamarca es exportadora neta por su bajo consumo debido a que ya abordó una transición energética en los años 70. Europa, en términos generales, siempre ha sido importadora neta de petróleo y nos encontraríamos con un dibujo idéntico en lo que se refiere al gas. Todos estos flujos de energía pueden consultarse aquí: http://mazamascience.com



En el caso de Noruega, principal suministrador europeo de petróleo, hay que tener en cuenta que alcanzó su techo del petróleo en torno al año 2.000, lo que quiere decir que cada año extrae una cantidad cada vez menor del combustible. Si recordamos la vital importancia de los combustibles fósiles en el metabolismo socioeconómico, sosteniendo la agricultura intensiva actual -y por lo tanto la alimentación- la calefacción y el transporte, nos daremos cuenta de la vulnerabilidad y dependencia europea respecto a estos. 
Una vez sentadas estas bases hay que preguntase qué país o países suministran principalmente a Europa estos combustibles fósiles que su metabolismo económico demanda. Nada menos que un 46,4% del petróleo importado por Europa procede de Rusia y su entorno socioeconómico y un 34,5% del gas importado proviene tan solo de Rusia. (BP Statistical review).

Entre 2004 y la actualidad han venido sucediéndose en el Gobierno ucraniano gabinetes pro rusos -con Yanukóvich a la cabeza- y pro europeos - Timoshenko- que fueron enfriando las relaciones entre Rusia y Ucrania. Uno de los reflejos de esta tensión internacional fueron los distintos acuerdos sobre el precio del gas que Rusia vendía a Ucrania como principal vía de entrada a su mercado fundamental: Europa Occidental.


La disputa adquirió tintes dramáticos cuando Rusia dejó sin calefacción a media Europa en el frío invierno de 2009 al cortar el suministro de gas a través de Ucrania. El conflicto no hizo sino demostrar a Rusia que una Ucrania independiente era definitivamente un problema y que en tanto esto siguiera así, debía buscar alternativas. Así, la contrucción del gasoducto del Mar Báltico se aceleró, siendo culminada en 2011 y garantizando el acceso al Norte de Europa sin tener que lidiar con la revoltosa Ucrania. Pero para competir con los países del Norte de África también debía acometer la construcción de una ruta estable a través del Mar Negro si quería llegar al Sur de Europa. Ucrania, agobiada por las revueltas en las calles, firmó en noviembre de 2013 un acuerdo con Europa para la exploración marítima de gas y petróleo conjunta en el Mar Negro. Esto podría explicar, por otro lado, por qué Rusia tampoco ha sido especialmente amable con Yanukóvich tras el golpe de Estado sufrido en su país. 

Con el suministro al Norte de Europa asegurado, la díscola Ucrania en manos de los nacionalistas pro europeos y la ruta del Sur todavía en entredicho, Rusia invade militar y sigilosamente la península de Crimea, un faro que domina estratégicamente el Mar Negro. Pero puede que Rusia no se conforme con Crimea puesto que, como vemos en el mapa, otro gasoducto transucrre por la zona Este de Ucrania y es posible que también quiera asegurarlo. Desde luego, apoyos entre la población, como ha sucedido en Crimea, tampoco le van a faltar.

Estamos tristemente acostumbrados a la existencia de guerras por los recursos, cuyo número sin duda irá en aumento por el agotamiento de estos -si no cambian los patrones de consumo de los países desarrollados y los países en desarrollo no optan por otra vía- pero esta tiene algunas peculiaridades. Este tipo de guerras son lamentablemente habituales en África e, incluso, EE.UU. ha protagonizado varias en las últimas décadas en Oriente Medio. Por primera vez desde que acabara la guerra fría está habiendo un enfrentamiento -verbal, eso sí- explícito entre Rusia y los países de la OTAN, con EE.UU. a la cabeza. Estos fantasmas revividos, con EE.UU. debilitado y una Unión Europea inoperante allanan el camino para que Rusia vea allanado el camino para lograr sus objetivos estratégicos. 

La ineficacia de la política exterior europea derivada de la inexistencia de una posición común es de sobra conocida, pero en este caso ni siquiera podrá resultar creíble cualquier intento de firmeza. La dependencia energética de la UE con Rusia es de tal envergadura que nada podrán esperar los rebeldes ucranianos de sus vecinos occidentales por los que suspiraban. La UE trata a sus miembros, especialmente a los menos desarrollados, con la política del palo y la zanahoria, pero en el caso de Ucrania solo habrá palo. Y la zanahoria es un arma de doble filo, pues Bruselas ya ha ofrecido un préstamo de 11.000 M € a Kiev que, como siempre, traerá consigo recortes sociales que ya han sido anunciados por el nuevo Gobierno. En definitiva, como señalaba en el post anterior, mal negocio para la nueva Ucrania, que corre el riesgo de ver su país partido en dos, traicionada por sus supuestos aliados europeos y con el enemigo a las puertas. La UE tampoco saldrá precisamente bien parada, con una Rusia envalentonada y mayor poder de negociación en la venta de los recursos de los cuales depende y probablemente con un nuevo ridículo internacional en materia diplomática. Por último, la acción unilateral tomada por Rusia sentará un mal precedente -ya lo había hecho en 2008 en Georgia, pero el peso geoestratégico de la república ex-soviética es mucho menor que el de Ucrania- en tanto que esta parecía ser una acción reservada para la todavía potencia hegemónica, EE.UU. La lucha por los recursos cada vez se emprende con menor sutileza, al ritmo que estos van haciéndose cada vez más escasos. Si no cambios de modelo, este tipo de conflictos se reproducirán en el futuro con terribles consecuencias para el planeta y las personas que lo habitamos y las que -oh, desgracia- tengan que habitarlo en el futuro.

De una cosa sí podemos tener certeza, y es que en estos momentos, Dinamarca es la nación menos preocupada por la crisis ruso-ucraniana de toda Europa.





martes, 11 de febrero de 2014

Castilla y León:Convertir la despoblación en datos positivos de empleo(precario)


Nueva entrada de Arturo del Olmo. Aquí la dejo:


Siguiendo el hilo del post anterior, vamos a analizar los datos de paro registrado (no confundir con la EPA) en CyL durante el año 2013 y su último mes, diciembre.

En el caso de CyL nos centraremos en dos datos claves para el futuro de la Comunidad Autónoma:

A) La afiliación a la seguridad social cae, en diciembre de 2013, en todas las provincias de CyL en comparación al diciembre de 2012 en 14.757 personas y en comparación al més de Noviembre aumentó en la ridícula cifra de 82 personas en el conjunto de toda CyL. Estos datos que por si solos ya son preocupantes, lo son aún más si lo comparamos con el resto de España, puesto que en el conjunto del país en diciembre de 2013 las afiliaciones de la seguridad social aumentaron. En definitiva, CyL, durante 2013 no ha parado de destruir puestos de trabajo.

B)Por otro lado, el número de personas en paro en CyL en diciembre de 2013 baja respecto al mes anterior un 1,21% (2.880 personas) y en términos interanuales desciende en 0,56%.

Se repite de nuevo un suceso extraño. ¿Como es posible que en CyL, en términos interanuales, el paro descienda en 1.328 si el número de personas que trabaja en la comunidad cae en 14.757? ¿Donde están esas 13.429 personas de diferencia?. Por desgracia la respuesta es inequívoca: La despoblación de la Comunidad.

Es cierto que la despoblación no es un suceso nuevo, incluso, la Junta de CyL negaba que se produjera, sin embargo, durante 2013 la Comunidad ha perdido en los seis primeros meses del año 10953 ciudadanos, este dato, y más aún trasladado a diciembre de 2013, es el que nos explica la dicotomía entre descenso de afiliados a la seguridad social y caída del paro. Por lo tanto, en Cyl se esta produciendo una salida de población activa que conlleva una paralización de su economía y el envejecimiento de su población (los jóvenes se van, los mayores permanecen). Para colmo, a este drama, hay que sumar el de las personas desempleadas de larga duración que dejan de buscar trabajo activamente, reduciendo también el volumen de la población activa.

Por ultimo, analizaremos cómo es la calidad del poco empleo creado en CyL. En diciembre de 2013 se formalizaran en la comunidad 49932 contratos, de los cuales el 93,34% fueron contratos temporales, el resto 6,66% fueron indefinidos. Además respecto a Noviembre de 2013 el número de contratos indefinidos realizados cae un 17,45%. 
 
      Fuente: Conserjería de Hacienda de la Junta de CyL. Página 36.
Nota: Véase como el gráfico representa en similar tamaño las barras de contratos temporales e indefinidos cuando una representa aproximadamente el 90% y otra solo el 10%.

En resumen, los contratos que se formalizan en CyL son cada vez menos y los pocos que se realizan están marcados por una fuerte precariedad laboral, la cual va en aumento gracias, entre otros motivos, a la reforma laboral. Desde diciembre del 2008 hasta diciembre del 2013 los contratos indefinidos han caído un 38,45% en CyL.

lunes, 6 de enero de 2014

Si el Paro disminuye en las Estadísticas...¿Por qué no se notan sus efectos?

Cuando hablamos del mercado de trabajo todos estamos de acuerdo en que este mejora cuando suceden dos hechos:

a) El número de trabajadores aumenta (Aumentan las afilaciones a la Seguridad Social)
b) Las personas desempleadas encuentran trabajo (Desciende el número de personas que buscan trabajo porque encuentran un trabajo).

Sin embargo, hablar tanto del dato del paro en abstracto durante años, ha creado una asociación mental automática errónea, bajada del paro= mejora del mercado de trabajo. Se ha generalizado la percepción de que el paro baje es bueno per se, porque eso automaticamente significa que hay más gente trabajando y que la economía va mejor. Para mostrar lo erróneo de esta asociación mental un ejemplo:

En un pueblo trabajan 100 personas y hay 30 personas que no están trabajando pero que están buscando trabajo, es decir un 23% de la población activa está en paro, pasado un tiempo la situación cambia, veamos varios escenarios:

A) La mitad de los desempleados del pueblo cansados de buscar trabajo sin éxito abandonan el pueblo, emigran forzosamente. Conclusión: El numero de trabajadores en el pueblo no varía, sin embargo el número de personas que buscan trabajo ha descendido un 50%, es decir, el paro se ha reducido un 50%, ahora la tasa de paro es de un 13% en el pueblo.

B) Una de las fábricas del pueblo realiza un ERE, prejubila forzosamente a 20 trabajadores, en cambio la otra fábrica del pueblo contrata a 5 trabajadores. Conclusión: El número de parados en el pueblo se ha reducido un 16%, reduciendo la tasa de paro hasta el 21%. El número de trabajadores se reduce en 15 personas, es decir, el número de afiliaciones a la Seguridad Social cae un 15%.

C) Una empresa se instala en el pueblo contratando a 10 trabajadores entre los desempleados. Conclusión: El número de parados se reduce un 33% dejando la tasa de paro en un 15% y aumentando el número de trabajadores en un 10%.

El ejemplo muestra cómo un descenso del número de parados o de la tasa de paro (casos A y B) no siempre es sinónimo de una mejora del mercado de trabajo, para poder afirmar que existe una mejora en el mercado de trabajo deben darse situaciones como en el caso C.

Al analizar la evolución del mercado de trabajo hay que fijarse en tres variables de forma conjunta: Las afiliaciones a la seguridad social, el número de parados y la tasa de paro.

Veamos ahora el caso Español, tanto en los últimos datos conocidos en el mes de diciembre como en el computo global de 2013.

En España durante el periodo 2009-2012 se han perdido 2 millones de afiliaciones a la seguridad social, en 2013 se perdieron otras 85.000 afiliaciones, este dato nos indica que el número de personas trabajando en España no ha parado de descender en los últimos 5 años, siendo actualmente 16.258.042 millones de personas las que trabajan actualmente. Esto significa que la masa de trabajadores del país se ha reducido aproximadamente un 12% en el periodo 2009-2013. Durante los años 2012 y 2013, los años del gobierno de Mariano Rajoy, la pérdida de afiliaciones ha sido de aproximadamente 1 millón de personas.


Respecto a la evolución de parados, 2013 fue el primer año desde 2007 en el que el número de parados se redujo, concretamente en 147.000 personas, dejando el numero de parados en 4.727.814 al finalizar 2013.

Entre este marasmo de datos nos centramos en dos: el número de parados en 2013 se redujo en 147.000 y el número de afiliados a la seguridad social también se redujo en 85.000 personas. ¿Como es posible que si el número de parados baje halla menos personas trabajando en el país?
Aquí entran en juego nuevas variables como son el número de personas que han abandonado España o el número de personas que desisten de estar apuntadas en los servicios de empleo.

Cuando una persona abandona España en busca de trabajo en otro país deja de ser población activa, esa persona deja de estar parada, en definitiva, cuando los inmigrantes retornan a sus países de origen o cuando los jóvenes españoles buscan una oportunidad laboral fuera de España son para las estadísticas un éxito del mercado laboral y no un fracaso porque recordemos lo que se transmite es que las bajadas de paro son mejoras del mercado de trabajo.

Otra manera de que el paro baje es cuando la población se desapunta de los servicios de empleo, muchos parados no renuevan su inscripción sin haber encontrado un trabajo, es decir, el número de parados cae pero sin que ello suponga haber encontrado un empleo. Hay que resaltar que solo los desempleados que cobran algún tipo de ayuda o quienes quieren optar a cursos de formación u orientación laboral están obligados a estar inscritos en los registros del paro, la inscripción es opcional. Un ejemplo de este caso son los parados de larga duración que han perdido ya sus prestaciones por desempleo, no les queda ninguna motivación, ni laboral ni dineraria, para seguir renovando su inscripción a los registros del paro.

Desde comienzos del 2012 la población española no ha parado de caer, concretamente el número de personas que abandonaron España en los seis primeros del año 2013 fueron 260.000, un dato clarificador a la hora de explicar porque el paro registrado ha bajado en 2013 pese al descenso de las afiliaciones de la seguridad social. Falta por conocer cuantas personas abandonaron España en el 2º semestre de 2013 pero todo apunta a que también sera un dato muy abultado.

Para concluir, los datos que hemos conocido durante el mes de diciembre nos indican que en este més el número de parados se ha reducido en 107.000 personas y las afiliaciones a la seguridad social ascendieron en 64.000 nuevos afiliados a la seguridad social. Aisladamente del resto del año el mes de diciembre presenta un aspecto positivo: La caída del paro va acompañada de un aumento, aunque sea menor de las afiliciaciones a la seguridad social.

Sin embargo para tomar esto como una buena noticia habréa que conocer que ha pasado con esa diferencia entre afiliaciones y bajada de paro, que tipos de contrato se han creado y en que sectores se han producido las nuevas contrataciones, algo que analizaremos en la siguiente entrada del blog.


Artículo de Arturo del Olmo