lunes, 10 de junio de 2013

EMPERDEDORES


ESPÍTITU EMPRENDEDOR: PERDEDOR SEGURO.



La obsesión con los 'emprendedores', lo que algunos consideran ya como la crisis de los emprendedores subprime, despierta recelos en algunos e irrita a muchos. ¿Eufemismo para denominar al empresario de toda la vida? ¿Retorcida estrategia para responsabilizar indirectamente a los desempleados por su situacón? Lo cierto es que la definición de la RAE para 'emprendedor' es la siguiente: “Que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas.” Y para 'emprender', esta otra: “Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro.”

La apropiación de este verbo y su correspondiente adjetivo por parte de Gobiernos y medios de comunicación para la actividad comercial es evidente. Este capitalismo en decadencia está recuperando la mística heroica del empresario, del comerciante aventurero que descubría tierras desconocidas con el objetivo de expandir los mercados cada vez más estrechos del ya por entonces viejo continente.

Hoy, los emprendedores, tienen la hercúlea tarea de levantar los cimientos de un nuevo capitalismo creativo, vigoroso y audaz, que revitalice las dañadas estructuras productivas de la agotada, cuando no senil, Europa. Malas noticias: no lo conseguirán. Dejan descansar la responsabilidad de la salida de la crisis en la iniciativa individual, como si por sí sola pudiera generar los mimbres para una economía ya no con pleno empleo, objetivo de la política económica olvidado, sino un crecimiento sostenido.

La ley de Say (Jean Baptiste Say, 1767-1832) reza que toda oferta genera su propia demanda, que la economía tiende a este equilibrio. Todo lo que se produzca será consumido, de lo contrario no se producirá. Oferta y demanda caminan de la mano en perfecto matrimonio, por lo que la solución debe ser el emprendimiento, impulsar políticas que incentiven la oferta. Para los gurús neoliberales, basta con despertar la "capacidad productiva durmiente de nuestra economía".

Lo que no se tiene en cuenta es que una demanda formada por consumidores con cada vez menos rentas no va a reaccionar comprando esos bienes y servicios a estos salvadores de la economía por el mero hecho de que existan.

El problema es mucho más profundo y para ello hay que comprender la naturaleza de las crisis en una economía de mercado, algo que nadie ha analizado con mayor brillantez que los economistas heterodoxos. Para resumir, explicaré brevemente las dos grandes teorías de las crisis, enunciadas por Keynesianos, poskeynesianos y marxistas, para descubrir que el discurso del emprendedor tiene bastante más de intencionada propaganda que de estrategia económica seria.

Estas dos teorías son las del subconsumo y la de la sobreproducción. La primera viene a decir que la inadecuada distribución de la renta inherente a las economías de mercado hace que las grandes masas sociales sean incapaces de absorber toda la producción, por insuficiencia de su capacidad de compra. O, como diría Keynes, por insuficiencia de la demanda. Para muchos autores defensores de esta postura, la intervención del Estado es la solución a esta tendencia que se inicia por la mala distribución de la renta haciendo precisamente eso, redistribuir la renta de forma más equitativa, esto es: con impuestos progresivos que financien servicios públicos como la educación, la sanidad y la asistencia social.

Según Louis Gill, en una crisis no solo se produce una caída de la demanda de productos de consumo, sino también de medios de producción. El problema se encuentra en las dinámicas del proceso de producción de los bienes y los servicios, es decir, en el propio sistema productivo. Existe un problema de sobreproducción. Este podría deberse al aumento del poder monopólico de los productores en general (una tendencia bastante visible, especialmente en sectores que implican un gran tamaño en la empresa) o por una intensificación de la competencia, algo bastante extendido en sectores con fuerte atomización.

La importancia de la diferencia entre una teoría y otra reside esencialmente en las enseñanzas que se pueden extraer de ellas. ¿Es un problema de desequilibrio que puede ser corregido por las sociedades para evitar las negativas consecuencias del capitalismo para las personas, o es más bien el propio sistema económico el que hace que esta situación sea permanente, necesaria?

Una cosa está clara, los emprendedores se enfrentan a una economía que, o bien está enferma en lo más profundo,o bien se encuentra en una situación de desequilibrio que nuestros gobernantes y la decrépita europa no quieren solucionar.