lunes, 5 de septiembre de 2016

EE.UU y China sentencian al planeta.

Obama y Xi Jinping


"Algún día veremos esto como el momento en que finalmente decidimos salvar nuestro planeta"






El pasado viernes Barack Obama anunciaba a bombo y platillo que, aprovechando  la cumbre del G20, China y EE.UU. ratificarían el Acuerdo de París, salvando así nuestro planeta. Tras no haber ratificado el Protocolo de Kyoto, el mero hecho de que EE.UU. firme un acuerdo climático puede resultar ilusionante a simple vista para la opinión pública. Además del obstruccionismo de EE.UU., la reticencia de los países no industrializados a transitar vías de desarrollo sin combustibles fósiles, exentos de responsabilidad en su agotamiento y consiguientes emisiones pasadas, invita a pensar que la suma de China es también una grandísima noticia. Pero, ¿sabemos qué es lo que han firmado ambos países? 

Históricamente, los acuerdos climáticos eran denominados como top-down, es decir, una modalidad en la que se establecía un marco global e integrado con responsabilidades diferenciadas entre los países. El Protocolo de Kyoto, el acuerdo más ambicioso hasta la fecha, marcaba como objetivo una reducción del 5% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel global para 2008-2012 con respecto a 1990, con una mayor responsabilidad de los países denominados Anexo I (los países industrializados).  Sin embargo, el Acuerdo de París ha sido un acuerdo bottom-up, en el que cada país ha hecho su propia contribución voluntaria y en la que todo mecanismo de cooperación internacional no responde a una estrategia global, sino proyecto a proyecto y habitualmente regido por mecanismos de mercado como el comercio de permisos de emisiones.

Por lo tanto, lo que se ha ratificado este viernes es una reducción del 13% con respecto a 2005 por parte de EE.UU y un aumento de un casi 40%* de las emisiones respecto al mismo año correspondiente a China. Es decir, a nivel global, se trata de un aumento de emisiones que tiene doble gravedad añadida: 1/ al establecer 2005 como año base en vez de 1990, las emisiones totales son aún mayores, pues en 2005 fue el año de mayores emisiones mundiales y además desde entonces ya comenzaron a caer debido a la crisis; 2/ Ambos son los mayores emisores de GEI del planeta, por lo que aumentos por su parte también suponen un mayor total de GEI emitidos a la atmósfera, que si se tratara de cualquier otro país.

Emisiones por sectores en EE.UU (1990-2012)

Fuente: EPA Enlace (2014).

El acuerdo no supone un hito que vaya a revertir un modelo de economía fósil sino que más bien, rema a favor de corriente de las dinámicas que impone el diseño de la economía mundial. Es lo que se llaman filtraciones: si algunos países tienen la obligación de reducir sus emisiones y otros pueden aumentarlas, lógicamente se producirá una trasvase de industrias sucias de aquellos a estos. La abolición irrefrenable de las barreras comerciales y de capitales comenzada tras la Segunda Guerra Mundial establece el marco perfecto para dar rienda suelta a estas dinámicas. Un caso extremo es el vivido con el TLC entre México y EE.UU. por el que los productos que consumen los estadounidenses trasladaron su producción al norte de México -las denominadas maquilas- con menos restricciones ambientales y laborales. Curiosamente, la pérdida de este empleo de bajísima calidad está siendo utilizada por el candidato Donald Trump, cuya cruzada racista no se entendería sin tener como poso la seducción a las clases populares que sufren el desempleo y la precariedad en EE.UU. 

De esta manera, el Acuerdo de París es un guante a medida de estas nocivas tendencias. Los países anteriormente conocidos como "industrializados" cada vez serán más países "consumidores" de productos producidos a miles de kilómetros, con menores exigencias ambientales, laborales, democráticas, etc. Según el IPCC, aumentos en las emisiones del volumen que anticipan estos anuncios -y los que están por llegar del resto de países prácticamente garantizan aumentos en las temperaturas de al menos 3ºC, con las graves consecuencias que esto trae consigo: problemas para cultivos importantes para la alimentación, fenómenos meteorológicos extremos, subida del nivel del mar, etc. El acuerdo firmado por EE.UU. y China, por lo tanto, debería ser más una llamada de atención sobre la incapacidad de los gobiernos para poner freno a un modelo socioeconómico que es, a todas luces, insostenible.


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* Asumiendo un crecimiento económico 2020-2030 según las previsiones de la OCDE.

jueves, 21 de enero de 2016

Las cuatro claves de la crisis latente

crisis
Cuando irrumpió la Gran Recesión, la Reina de Inglaterra preguntaba en la London School of Economics cómo era posible que ningún economista la hubiera previsto. El hoy gurú económico de Ciudadanos, Luis Garicano, contestó que "en cada etapa, alguien confiaba en otro alguien, y cada uno pensó que hacía lo correcto". Es decir, quienes pilotaban el tren hacían lo correcto, no recibieron ningún aviso de la sala de máquinas pero, inexplicablemente, alguna pieza falló e hizo que el tren descarrilara. Sin embargo, economistas críticos llevaban años avisando de que algo gordo podía pasar. 
La crisis que nació en 2008 nos acompaña tan persistentemente que se podría decir, incluso, que nos hemos acostumbrado a ella. A su brutal normalidad. Tal es así que los nuevos indicios de que la Gran Depresión va a entrar en su 'segundo round' parecen estar pasando inadvertidos o, al menos, no se les está prestando la atención que requerirían. Con el objetivo de que economistas como Luis Garicano no puedan volver a repetir impunemente su fatídica frase, aquí van las 4 claves por las que la crisis va a volver a golpear.

1- Seguimos en el 'primer round'. El régimen de la "demanda tensionada".

Empleo e Inversión crisis
Fruto del desmantelamiento progresivo del Estado del Bienestar, la caída de los salarios reales y el aumento de la desigualdad bajo el 'statu quo' neoliberal, la caída del poder adquisitivo de la gran mayoría de la ciudadanía mantiene la demanda, el consumo, a régimen. Vivimos bajo el régimen de la "demanda tensionada". Así, durante los primeros compases de la Gran Recesión, el golpe fue tan fuerte que los dirigentes mundiales parecían decididos a hacer algo, incluso "refundar el capitalismo". Por el contrario, se emprendió un a carrera contrarreloj para socializar las pérdidas de la banca y apretar aún más la demanda mediante las políticas de austeridad
Tanto en EE.UU. como en Europa se promovió una caída del tipo de interés (mediante diferentes vías) con la esperanza de que el crédito volviera a regar la economía, creciera la inversión y, con ella, el consumo. No contaban (o sí) con la 'trampa de la liquidez': en un entorno de deflación (caída de los precios) es preferible conservar el dinero a invertirlo, sea cual sea el tipo de interés. Alguna mente desconfiada podría pensar que la bajada de tipos tan solo perseguía financiar prácticamente gratis a la banca quebrada. Por lo tanto, el crédito productivo no se ha restituido. Tampoco lo han hecho la inversión, ni el empleo ni, por lo tanto, el consumo.

2- Sin consumo no hay comercio.

Lógico: si la respuesta a la crisis no ha sido capaz siquiera de restituir la capacidad de compra de las ya depauperadas desde los años 80 clases medias y trabajadoras, el comercio mundial se ha de ver afectado. El "Índice Báltico" se creó en 1985 como una forma de medir la salud del comercio internacional. En 2008 ya anticipó la crisis con una brusca caída y la prensa económica alerta de que este índice no ha dejado de caer durante todo 2015 y que se encuentra actualmente en mínimos.

3- Sin comercio, China sufre.

China es la segunda potencia comercial del mundo por detrás de la UE-28, la primera si solo comparamos entre países y, además, el comercio exterior representa más del 40% de su economía. No es de extrañar por lo tanto que, con la demanda de los países consumidores estancada y el comercio internacional muy resentido, la economía China atraviese turbulencias muy serias. Tan serias como para que las autoridades chinas devaluaran el yuan para combatirlas hace ya medio año y sin éxito, pues asistimos las últimas semanas a jornadas en la Bolsa de Pekín realmente duras
Algunos economistas, viendo la que se les viene encima, abonan el camino para que se atribuyan las causas de este 'segundo round' de la Gran Recesión a fallas en la organización monetaria y, en concreto en su regulador: el Estado. Confunden causas con consecuencias. Las crisis siempre comienzan en la economía real y esta es sistémica.

4- Si China sufre, las materias primas sufren.

Cuando la economía de un país que alberga a 1 de cada 5 habitantes del planeta pasa por dificultades, la economía mundial no puede esquivar el embate. Si aprietas al régimen de la "demanda tensionada" con las políticas de austeridad europeas, la leve recuperación de EE.UU.-inmerso en la trampa de la liquidez- y le añades la caída del gigante asiático, las consecuencias para la demanda son realmente trágicas. El comercio de materias primas entre África (su principal suministrador) y China cayó un 40% el año pasado y lo seguirá haciendo. La consecuencia es que los precios de las materias primas están en caída libre, lo que es una buena noticia a corto plazo para sus consumidores -como es el caso de España con el petróleo- pero una muy mala a medio plazo para los productores. 
Las noticias de yacimientos de 'shale' en EE.UU. en los que se invirtieron cifras disparatadas que tienen que cerrar por los bajos precios del petróleo no dejan de sucederse. Sabiendo que la burbuja del 'fracking' (técnica mediante la que se extrae este petróleo no convencional) fue hinchada por el sistema financiero estadounidense, tenemos el cóctel listo para que el 'segundo round' de la Gran Recesión comience pronto. 

La crisis ya está en marcha, en realidad, desde los años 80, pues se trata de una crisis sistémica que tiene su origen en el régimen de la "demanda tensionada". Las señales están ahí y si se fían más del Royal Bank of Scotland... ¡vendan todo!