jueves, 9 de julio de 2015

Pensamiento mágico (I): la tecnología al rescate


LAS INEFECTIVAS (Y DISPARATADAS) SOLUCIONES TECNOLÓGICAS A LA CRISIS SOCIOECOLÓGICA

Se calcula que el consenso científico sobre el origen humano del calentamiento global ronda el 97,1%. Los más de 200 años quemando carbón, petróleo y gas natural emiten partículas (el 80% según la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU.) de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que se acumulan durante centurias en la atmósfera, calentando el planeta.

Estas dos crisis paralelas, que se retroalimentan, de recursos (pico del petróleo) y de residuos (gaseosos:el calentamiento global) despiertan el temor -real- del colapso, difícil de asumir por un imaginario colectivo que tiende a defenderse a través de la negación, rechazando normalmente como catastrofistas estas evidencias empíricas: el negacionismo climático. Esta reacción visceral viene completándose en los últimos años con otras formas de negación, en este caso, de las políticas que exige la transición. En particular, la creencia de que, aunque no exista aún, tendrá lugar alguna revolución tecnológica que vendrá a salvarnos en el último momento o que, simplemente, la propia lógica de los mercados puede generar los mecanismos para que se complete una transición gradual con éxito. Este tipo de pensamiento mágico es tan solo un bálsamo que calma nuestra mayor ansiedad colectiva:asumir que las cosas nunca serán como antes, pues nuestro modelo socioeconómico no es compatible con los límites naturales.

He dividido este post en dos, para hablar en este, tras la introducción, de algunas de las propuestas más significativas provenientes del pensamiento mágico asociado a la tecnología. En un siguiente post se abordarían los límites de los mecanismos de mercado para hacer frente a los retos del futuro próximo, de la mano del fundamentalismo de mercado, tan pernicioso también en otras esferas de la vida.

Petróleo no convencional: juntar el hambre con las ganas de comer.


El petróleo convencional alcanzó su extracción máxima en torno a 2006, según la AIE (2010). El petróleo convencional es el que mayor rentabilidad energética ofrece (energía obtenida por unidad de energía empleada para obtenerla) y el de menor coste de extracción.

El petróleo no convencional ha logrado aumentar las reservas de petróleo a través de una inversión tecnológica que permite acceder a reservas antes tecnológicamente inviables como el petróleo o gas que no se encuentra en grandes bolsas sino incrustado entre los poros de las rocas (fracking) o que se encuentra en aguas muy profundas. Todo ello hace que la rentabilidad energética y económica de su extracción sean decrecientes, una especie de frustrante huida hacia delante, remando para ahogarnos en la orilla.

Además, la extracción mediante fractura hidráulica genera importantes problemas medioambientales, entre los que se cuenta una mayor emisión de GEI (en particular, metano) y sus pozos están sujetos a tasas de declive exponenciales, algo que augura el fin de la euforia de la "América Saudita" para antes del final de esta década. Estamos haciendo un pan como unas tortas. 

Geoingeniería: Guerra Fría contra el clima.

Durante la Guerra Fría se barajó la posibilidad de utilizar el clima como un arma contra el enemigo, generando tormentas en rutas de suministros o sequías en zonas de cultivo, por ejemplo. En este caso, la contienda no es ente dos naciones, sino entre la humanidad y nuestro propio planeta. Se trataría de enfriar el planeta emulando la acción de los volcanes, utilizando diversas técnicas para evitar que los rayos del sol alcancen la superficie con la misma intensidad. Algunas de estas técnicas consisten un fumigar las nubes con aerosoles de sulfato u otras tan disparatadas como establecer una barrera de satélites con espejos alrededor de la atmósfera. 

Estas técnicas presentan algunos límites muy importantes. Para empezar, una vez comenzado no podría detenerse, pues el enfriamiento es artificial y, si se detiene, las temperaturas cambiarían bruscamente a su estado habitual (han crecido 0,8ºC y se espera que durante este siglo se superen, al menos, los 2ºC si no se cambian las cosas) lo que desembocaría en una crisis climática menos gradual y más disruptiva. Por otro lado, se muestra profundamente inequitativo, pues al comenzar a ponerse en práctica, como los propios geoingenieros admiten, se producirían sequías persistentes en África y el monzón podría desaparecer o, al menos, verse perturbado. De esta manera, los costes del cambio climático serían asumidos por las poblaciones que menos responsabilidad han tenido en la creación del propio problema. Es como si tratáramos de evitar que viertan veneno a través de un embudo sobre nuestra boca tapando el orificio de su extremo (las consecuencias), en vez de dar un manotazo a la bote del veneno que se está vertiendo (las causas). 

Secuestrando CO2 (y con síndrome de Estocolmo)

Como la economía mundial tiene una dependencia patológica del petróleo, hay quien piensa que mejor que desengancharnos de nuestra particular droga, reduzcamos sus efectos sobre nuestro organismo para poder seguir disfrutando de ella. Se trata de capturar (sequestration) el carbono liberado por el sistema socioeconómico antes de que llegue a la atmósfera

Richard Branson, CEO del gigante Virgin (que ha saltado del negocio audiovisual al aeroportuario) lanzó el Earth Challenge, premiando con 25 millones de $ a quien fuera capaz de desarrollar un combustible limpio y viable para la aviación. Si el premio quedaba desierto, como aún sigue hoy, no había problema, pues el Plan B sería seguir emitiendo GEI con su flota de aviones, pero buscando capturar el carbono. Pues bien, no solo la tecnología de captura y almacenaje de CO2, la esperanza que se convirtió en decepción, es todavía insuficiente para succionar una cantidad significativa de gases, sino que la economía de mercado hace aparición para obstaculizar este desarrollo tecnológico, algo en lo que profundizaré en el siguiente post. Esta tecnología es extremadamente costosa y necesita clientes con los que financiarse, por lo que ese CO2 ha de comercializarse y la respuesta es...¡usándolo para extraer petróleo!, quemándose nuevamente en el proceso y acelerando las emisiones, pues el destino inexorable del petróleo extraído es quemarse en el motor de un coche o en un horno industrial. Una solución limpia, completa y elegante, sin duda.

Efecto rebote: dinero llama a dinero

La eficiencia energética es la fibra sensible de todo optimista tecnológico. Sin duda hay que hacer esfuerzos en mejorar la eficiencia energética (reducir la cantidad de energía necesaria para nuestra vida: iluminarnos nuestros hogares, cocinar...) pero, de nuevo, nos encontramos con un nuevo límite: el efecto rebote. Este efecto nos enfrenta con una realidad sarcástica, por cuanto las mejoras en la eficiencia energética activan reducciones en los precios que, en cómputo global, suponen un aumento de la demanda con la que la energía consumida es mayor después de la innovación que antes. Pongamos un ejemplo:

Los incrementos en la eficiencia energética en el transporte por carretera (millas por galón de combustible) se traducen en un aumento de las millas recorridas anualmente por los coches estadounidenses en el período analizado. O dicho de otro modo, las mejoras en la eficiencia inciden en un menor precio de la energía, lo que estimula su demanda al alza, compensando y sobrepasando la ganancia de eficiencia inicial.

Otros bálsamos contra la transición

El avión solar: El Solar Impulse es un avión que ya se ha probado, cuenta con más de 17.000 células fotovoltaicas en sus alargadas alas. Han logrado una densidad energética en sus baterías de litio suficiente para lograr almacenar energía para volar de noche. Sin embargo, su velocidad máxima son los 140 km/h, pero con solo dos personas a bordo. Con una prudencial cifra de 50 pasajeros (sin contar auxiliares de vuelo), el peso del avión se duplicaría, lo que descarta su viabilidad comercial por sus implicaciones sobre su velocidad (y quién sabe si sobre su propia capacidad de despegar). La cosa va lenta, muy lenta, y los aviones continuarán quemando queroseno crecientemente durante décadas (como poco y siempre que no se produzca un colapso antes).

La fusión nuclear: La energía nuclear actual se produce mediante la fisión (ruptura) de los átomos. La fusión nuclear implica la generación de  una energía "tan barata que no podría medirse" mediante el proceso inverso, emulando las poderosas reacciones que tienen lugar en el Sol. El problema es precisamente ese: la dificultad radica en obtener las altas temperaturas que requiere. "A la fusión nuclear siempre le quedan 50 años" y, de hecho, el programa ITER no deja de posponer la fecha objetivo para lograr dar con la clave para obtener esta energía. ¿Tenemos que seguir esperando a que suceda el milagro?

Tonto el último; la terraformación: La quintaesencia del negacionismo, es la búsqueda de otros planetas para su colonización. No solo es ciencia ficción -el último ejemplo lo tenemos en la genial Interstellar- sino que ya hay planes reales de terraformación de Marte. Qué duda cabe de que es imposible, pero por si fuera poco, el MIT ya lo ha desechado.

Este disparate es el que nos pone más alerta acerca del negacionismo. Nos da más miedo cambiar nuestro modelo socioeconómico para dejar de modificar el clima hasta el punto de tener que modificar el clima de otro planeta para poder habitarlo. En realidad no es una cuestión de preferencia, sino una huida hacia delante guiada por los mercados capitalistas, de lo que escribiré en el siguiente post.


*Muchas de las informaciones no referenciadas provienen del libro "Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima", de Naomi Klein.





















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