Enseñanzas del "laboratorio cubano".
Históricamente, la especie humana ha desarrollado una
capacidad patológica para negar de manera instintiva la posibilidad de que
nuestra civilización colapse. Durante mucho tiempo, por ejemplo, se negaron los
numerosos descubrimientos científicos que revelaban la existencia de procesos
masivos y caóticos de extinción como el sufrido en el Cretácico en los que las
especies que sobrevivían y recogían el testigo como pobladoras dominantes del
planeta lo hacían más por azar que por superioridad biológica (Leakey, Richard y Lewin, Roger, 2008). Detrás de está
visión lineal de la historia, que eleva la teoría de la evolución a dogma de fé
–paradójicamente tras años de persecución religiosa– se esconde un enfoque
antropocéntrico que busca justificar la creencia en que el ser humano es la
culminación de este proceso evolutivo, rechazando intuitivamente cualquier
advertencia próxima a la noción de colapso, tachándose de apocalípticas. Tras
la aparición del manifiesto “Última llamada”en el que se hace
un llamamiento –valga la redundancia– a repensar unos modelos socioeconómicos que
nos abocan al colapso (agotamiento del petróleo, cambio climático) este tipo de consideaciones no se han hecho
esperar.
Es el caso del artículo publicado en el blog Politikon, acudiendo a una serie de manidos argumentos eficazmente replicados por David Ruíz en su blog. En el citado artículo, como es habitual, las
acusaciones de catastrofismo vienen acompañadas de cerrados –e incluso fervientes–
alegatos sobre las bondades del actual sistema socioeconómico pero, sobre todo,
acerca de la capacidad de la tecnología para sobrepasar los límites que impone
la naturaleza. Parece, según este tipo de críticas, que los llamamientos,
siempre apoyados en datos, a revisar unos patrones de producción y consumo que
generan impactos en el medio ambiente que pueden desbordar nuestra capacidad
para sostenernos en el tiempo como civilización, provinieran de posiciones casi
místicas, que desconfían de todo elemento tecnológico y que renuncian al
bienestar de la humanidad. Esta asunción descansa en el error de relacionar
tanto el concepto de bienestar como toda tecnología, los sistemas y las
evoluciones tecnológicas con los patrones en los que se sitúa el actual modelo
socioeconómico.
Efectivamente, si asumimos
que el bienestar se alcanza, como entiende el artículo de Politikon, a través
de un crecimiento material y en un uso de la energía que no puede extenderse en el
tiempo, estaremos dándonos de cabezazos con los límites de la naturaleza. Esto nos
lleva a la conclusión de que la humanidad no debe necesariamente renunciar al
bienestar como tal, sino más bien trasladar el objetivo de la economía a su matriz: satisfacer las
necesidades humanas. En este sentido, la experiencia de transición hacia
niveles de menor dependencia del petróleo vivida tras su Período Especial en
Cuba puede servirnos para extraer algunas enseñanzas de utilidad, tanto de sus
luces como de sus sombras, desgranadas estas últimas acertadamente por Emilio
Santiago Muiño en el último número de la Revista de Economía Crítica.
La sociedad cubana, obligada
por las circunstancias, llevó a cabo una transformación de gran calado. Se
descentralizó la producción de energía con pequeñas plantas más eficientes que
las viejas centrales construidas con anterioridad al que denominan como Período Especial, se estimuló la
actividad económica en el mundo rural y se transitó hacia un modelo agrícola
ecológico con aportaciones de la permacultura, que representaba en 2008 en
torno a un 80% del total (Bermejo, 2008). La agricultura cubana, orientada
anteriormente a los monocultivos para la exportación de azúcar, caminó hacia un
modelo en el que, en 2006, el país producía el 65% de los alimentos que
necesitaba para cubrir sus necesidades, descendiendo la dependencia de
importaciones en las últimas décadas (Murphy, P. y Morgan, F., 2013) . Al abrazar los principios de la agroecología,
Cuba apostó por un modelo menos intensivo en la utilización de un petróleo
(pesticidas, fertilizantes, transporte) del que carecían, contribuyendo con
ello a una mejor seguridad y soberanía alimentaria, así como a reducir drásticamente
su huella ecológica y la brecha entre esta y su biocapacidad.
Fuente: Global Footprint Network
El agravante
de la situación cubana por el bloqueo comercial de EE.UU. fue contestado
con acuerdos de cooperación con otros países del entorno, con los que
intercambia los servicios en los que es puntera mundial (médicos,
investigadores) por el petróleo que todavía consume hoy en día y otros bienes que
necesita importar. Hoy en día, Cuba tiene un nivel de consumo energético en
términos de toneladas de petróleo equivalente por persona de 1,03 muy inferior
a la media mundial (1,80), muy por debajo de EE.UU. (el mayor de todos, con un
7,03) y también por debajo de los países de América Latina (1,80). Asimismo, presenta
unos niveles de emisiones de CO2 en toneladas por persona de 2,40,
también por debajo de la media mundial, EE.UU. y América Latina: 4,29, 16,0 y
2,16 respectivamente (International Energy Agency, 2011) . El resultado es un
ejemplo de cómo un país puede, incluso en una situación de carácter incidental,
no anticipada, reducir su presión sobre el medio ambiente y acercarse al
cumplimiento de los requisitos de sostenibilidad sin hacer sufrir sus niveles
de desarrollo humano. De hecho, su Índice de Desarrollo Humano (IDH), con todos
los problemas que supone este indicador como la inclusión del PIB per cápita, presenta un nivel superior al de su
entorno (0,780 frente al 0,741 de América Latina y Caribe) y que, como muestra
el gráfico inferior, ha persistido en su mejora desde que se llevó a cabo
la transición (UNDP, 2013) .
Fuente: UNDP, 2013
En definitiva, la última llamada para cambiar el modelo
socioeconómico no es un llamamiento a volver a las cavernas, sino más bien todo
lo contrario. Se trata de replantear y reconstruir los conceptos y modelos de
desarrollo que imperan en el imaginario colectivo. Para ello probablemente no
baste la concienciación, sino que más bien este cambio en las concepciones de
las funciones que debe cumplir la economía deben venir de la propia experiencia
de iniciativas surgidas a nivel local y apoyadas –manteniendo su autonomía– desde
las instituciones allá donde se pueda. Hay
que entender el cubano como un caso de laboratorio en el que ya ha sido
ensayada una transición que no ha de idealizarse, pues aunque desde luego sitúa
a la isla en una posición ventajosa para afrontar shocks futuros, fue incompleta, tiene sus limitaciones y en
ella están resurgiendo con fuerza los patrones culturales de los viejos modos
de producción y consumo (Muiño,
2014) .
Referencias.
Bermejo, R. (2008). Un futuro sin petróleo.
Colapsos y transformaciones socioeconómicas. Madrid: Centro de
Investigación para la Paz.
Global Footprint Network. (s.f.). Obtenido de
http://www.footprintnetwork.org/es/
International Energy Agency. (2010). World Energy Outlook
2010. Paris: IEA Publications.
Leakey, Richard y Lewin, Roger;. (2008). La sexta
extinción. El futuro de la vida y de la humanidad. Barcelona: Tusquets.
Muiño, E. S. (2014). Obstáculos para la transición
socio-ecológica: el caso de Cuba en el "período especial". Revista
de Economía Crítica(17), 118-135.
Murphy, P. y Morgan, F. (2013). "Cuba: lecciones
de un decrecimiento forzoso". En E. Assadourian, & T. Prugh, La
situación del mundo en 2013. ¿Es aún posible lograr la sostenibilidad?
(págs. 487-503). Barcelona: Icaria.
UNDP. (2013). Human Development Report. Explanatory Note
on 2013 HDR composite indices. Nueva
York: United Nations Development Program.